Voluntarios entre los toxicómanos en el bosque de Rogoredo
El «bosque» de la droga de Rogodero está considerado uno de los centros de tráfico de estupefacientes más grandes del norte de Italia, un «concentrado de maldad y desesperación que aspira a cientos de jóvenes», según la acertada definición de una de las voluntarias de los aproximadamente 25 del Cuerpo italiano de ayuda de la Orden de Malta, el CISOM, que desde hace meses trabajan en esta zona al sur de Milán.
El proyecto nació como una extensión del trabajo con los sin techo, explica Carlo Settembrini Sparavieri Trabucchi, coordinador en Milán del Cuerpo italiano de ayuda de la Orden de Malta, en estrecha colaboración con otros actores que trabajan con toxicómanos. Todos los miércoles por la noche, los voluntarios, con la ayuda de estas otras organizaciones, se sitúan frente a la estación de tren de Rogoredo con sus furgonetas, vestidos de naranja, y reparten comida y té caliente, «para darles de comer, que se puedan lavar, escucharles». Es el primer paso para establecer contacto, para «engancharles», antes de proponerles salir del bosque y refugiarse en un centro de desintoxicación no lejos de allí, en Lambrate.
«Es una realidad completamente distinta de la de los sin techo», afirma Annabella, una voluntaria que participa en este proyecto desde sus inicios, «a diferencia de los sin techo, los drogodependientes (con un 30% de mujeres) no tienen puntos de referencia, como los comedores sociales o los refugios». «Hacemos de puente», explica la voluntaria, que describe una experiencia «muy intensa para nosotros, y útil para ellos. Han comprendido que ahora estamos presentes, que les observamos. Yo les reconozco, ellos nos reconocen, nos buscan, nos llaman ‘los del uniforme con la cruz’. Y aquí estamos nosotros, cada miércoles, de 9 a 12 de la noche».
El proyecto consigue una sinergia perfecta entre la experiencia de las unidades de calle del CISOM y los centros de rehabilitación, con trabajadores expertos en drogodependencias. Hasta el día de hoy son ya aproximadamente cuarenta las personas que han dejado el bosque para emprender un proyecto de desintoxicación: un primer paso muy importante. «Ahora me estoy centrando en una chica de 28 años, embarazada de cuatro meses», concluye Annabella. «Nos hablamos por sms más o menos cada dos días, espero no perderla».