En los últimos días, debido a la dramática situación en Palestina, la atención de los medios de comunicación se ha centrado en el hospital de la Sagrada Familia de Belén.
Este centro, dirigido por la Orden de Malta, es el más moderno y el mejor equipado, y ofrece un servicio de neonatología.
Es también el único lugar donde las futuras madres pueden traer al mundo a sus hijos en buenas condiciones médicas. El primer objetivo del servicio de neonatología siempre ha sido, desde su origen, el de ofrecerles a todos una atención de calidad, sin ningún tipo de discriminación racial, religiosa, cultural o social.
Construido en 1892 por las monjas de San Vicente de Paúl, se le conoce sobre todo como el hospital francés de Belén y, en base a los acuerdos de Mitilene y Constantinopla, está bajo la protección de Francia.
En 1985, el hospital se vio obligado a cerrar sus puertas por motivos sociopolíticos ligados al conflicto palestino-israelí. Entonces, la congregación de las Hijas de la Caridad (San Vicente de Paúl) y la Orden de Malta firmaron un acuerdo, por el que la Orden encargaba la reorganización y gestión a las Obras Hospitalarias Francesas. A partir de entonces, el hospital se convirtió exclusivamente en una Maternidad. Esta reforma fue posible gracias a la aportación de la Unión Europea. El 26 de febrero de 1990 vino al mundo el primer niño, y en la actualidad ya han nacido más de 25.000 niños en el servicio de Neonatología de la Sagrada Familia.
Desde la reapertura del hospital, la Orden de Malta ha proseguido el proceso de modernización, ampliando el servicio, y se ha creado un nuevo servicio para poder hacer frente al incremento de las consultas de ginecología y obstetricia.
Por dar algunas cifras, en el hospital de la Sagrada Familia trabajan 94 personas, entre las que se cuentan 8 especialistas (tocólogos, anestesistas y pediatras), 5 médicos, 45 enfermeros, 6 paramédicos, 5 administrativos y 25 auxiliares. En el año 2000 se efectuaron 3.200 ingresos y más de 15.000 consultas externas.
En septiembre de 2000 da comienzo la nueva Intifada, que ya no es una guerra a pedradas, sino una guerra armada por ambas partes. Los Territorios Palestinos vuelven a cerrarse, y las mujeres de las aldeas de los alrededores de Belén ya no pueden llegar hasta el servicio de maternidad. El número de niños nacidos cada mes se desploma de 330 a 150, cifra que se estabiliza hasta octubre de 2001, cuando el ejército israelí vuelve a ocupar Belén.
La noche del 22 de octubre de 2001 el hospital, pese a haberse mantenido al margen del conflicto, y pese a que tanto los militares como los civiles del lugar respetan su neutralidad, fue alcanzado por granadas y proyectiles que causaron daños de cierta importancia. La Orden de Malta, con el apoyo de otros gobiernos, protestó ante el gobierno israelí. Gracias al cónsul francés de Jerusalén, que nos ayudó a obtener una subvención, y gracias a numerosas aportaciones de particulares, el servicio de maternidad pudo seguir funcionando, pero el número de mujeres que pueden acceder al mismo ha seguido disminuyendo.
El 14 de marzo de 2002 se produjo un nuevo ataque por parte de los tanques israelíes. Gracias a Dios no hubo que lamentar víctimas, pero el pánico cundió entre los niños del nido y el personal del servicio.
El 2 de abril, a las 4 horas 30 minutos de la madrugada, empezó el conflicto en Belén, que para nuestro servicio, situado ahora en la parte controlada por Israel, terminó a las 18 horas 30 minutos. Toque de queda riguroso hasta el viernes día 5, cuando dos horas de pausa hicieron que cinco mujeres a punto de dar a luz pudieran llegar hasta el centro. ¿Y las demás? Las mujeres dan a luz en condiciones espantosas. Dos de ellas, que habían pedido que les mandaran una ambulancia, perdieron a sus hijos.
La situación de la población es dramática, sin agua ni alimentos. Esta ciudad, que había sido reconstruida para celebrar los 2.000 años del nacimiento de Cristo, ha vuelto a ser devastada, con la población civil como rehenes.
Hoy en día, lo peor es la desesperación. Nadie en Belén logra entender que unos países civilizados puedan encontrarse en estas condiciones. Tampoco se entiende la indiferencia y la pasividad de las potencias occidentales frente a este drama humano, a la negación de la civilización.
La Orden de Malta se une a las oraciones del Santo Padre para que se ponga fin a la violencia en Tierra Santa, una violencia que ha alcanzado una degradación inimaginable e intolerable.
Nuestra misión consiste en hacer algo para que puedan seguir naciendo niños en Belén.
Jacques de Dumast
Presidente
de las Obras Hospitalarias Francesas de la Orden de Malta