Organizada por Global Foundation
Inspirada por los repetidos llamamientos del Papa Francisco a rechazar la «globalización de la indiferencia», la Orden de Malta ha acogido los pasados 17 y 18 de enero, en su Palacio Magistral de Roma, una mesa redonda de alto nivel con el siguiente título: «El rechazo de la globalización de la indiferencia: movilizar para conseguir una economía global más inclusiva y sostenible». El objetivo era debatir y desarrollar estrategias más centradas en lo humano para la gobernanza económica.
El evento ha sido organizado por Global Foundation, una organización sin ánimo de lucro con sede en Australia que pretende reforzar el diálogo y la comprensión mutua entre comunidades, por un desarrollo a largo plazo sostenible. A él han asistido representantes de alto nivel del Vaticano y varios líderes internacionales.
Entre ellos, los directores del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, y del Banco Mundial, Bertrand Badré, altos cargos del Vaticano como el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, y el cardenal George Pell, Prefecto de la Secretaría de Economía, así como muchos otros líderes de la política y la economía internacionales.
En su discurso, el secretario de Estado del Vaticano Pietro Parolin ha señalado la importancia del evento, «un espacio para fomentar una mayor sensibilización global sobre los graves problemas de degradación medioambiental y exclusión».
«Detrás de esta convocatoria está la encíclica Laudato Si del Papa Francisco, y su objetivo es contribuir a la creación de una base más profunda y positiva para la economía mundial», ha afirmado el Gran Canciller de la Soberana Orden de Malta Albrecht Boeselager en su discurso de bienvenida.
Las conclusiones de esta mesa redonda sentarán las bases de una lista de acciones posibles, que incorporen los principios de alto nivel debatidos con propuestas concretas. Como ha indicado el secretario general de Global Foundation, Steve Howard, «la mesa redonda de Roma puede ofrecer un modelo de compromiso futuro, para que los líderes religiosos y empresariales puedan colaborar en torno a una base ética común, y así solucionar los principales problemas globales».
