Los doctores Nagham H., de 44 años, y Sinan M., de 41 años, huyeron con sus familias de la ciudad de Bakhdida (conocida también como Karakosh) el 6 de septiembre, después de que fuera ocupada por el Estado Islámico (EI). Buscaron refugio en Erbil y ahora viven con otras familias desplazadas y refugiadas. Como médicos, Nagham y Sinan se sienten empujados a ayudar a los que huyeron como ellos. Trabajan ahora en una clínica móvil gestionada por Malteser-International-es y su socio local, TCCF, atendiendo a los desplazados de toda la región.
MI: ¿Cómo eran sus vidas antes de tener que huir?
N y S: Antes de la invasión del Estado Islámico, la vida era relativamente estable y segura, aunque a veces temíamos por nuestra seguridad por los continuos secuestros y la violencia. Antes de nuestra huída, trabajábamos los dos como médicos de familia en el centro de salud de Bakhdida.
Muchas de las familias que huyeron con ustedes se refugiaron en escuelas, mezquitas y edificios en construcción. ¿Cuáles son los principales problemas y las enfermedades más habituales de los desplazados?
Debido a la llegada masiva de desplazados, los alquileres en la región de Erbil se dispararon, así que uno de los mayores problemas de las familias desplazadas es el alojamiento. Viven hacinados en edificios sin la adecuada red de saneamiento, muchos sin acceso a inodoros o a un lugar donde lavarse. Sus problemas de salud son reflejo de este entorno inadecuado, sufren gastroenteritis, infecciones respiratorias, varicela, infestaciones de piojos, incluso sarna.
¿Cómo funciona la clínica móvil?
Nuestro equipo está compuesto por nosotros dos, más dos auxiliares sanitarios. Cada día escogemos una zona distinta para nuestras visitas, donde se concentran las familias de desplazados. Montamos la clínica, que funciona como un mini centro de salud, e invitamos a las familias a acudir para un chequeo. Una parte del equipo entra en las comunidades para detectar problemas de salud pública, y para buscar a personas que necesiten ayuda médica o psicológica pero que no puedan desplazarse hasta la clínica. Intentamos no sobrecargar la clínica y dedicar a cada paciente el máximo tiempo posible. Aún así, nuestro equipo atiende entre 80 y 100 pacientes por día laborable.
Los niños, las mujeres embarazadas y los ancianos son los que más sufren con la situación. ¿Cuáles son los mayores desafíos a los que se enfrentan, y cómo pueden ustedes ayudarles?
Los niños son muy sensibles a la higiene deficiente, a una mala alimentación y al mal tiempo, así que a menudo padecen diarreas infecciosas, enfermedades pulmonares y alergias cutáneas. Los ancianos también son una población frágil, y muchos de ellos ya padecían enfermedades crónicas. Las mujeres embarazadas necesitan cuidados especiales incluso en condiciones normales; en este entorno degradado, pueden sufrir muchos trastornos, siendo uno de los más habituales las infecciones urinarias, con algunas complicaciones graves en algunos casos.
¿Qué ocurre si uno de sus pacientes necesita ser hospitalizado?
Después de estabilizar al paciente, nos aseguramos de que pueda llegar al hospital rápidamente y sin problemas. Contamos para estos casos con una ambulancia de guardia.
¿Han observado ustedes que los desplazados necesiten asistencia psicológica para poder superar lo que han vivido? ¿Pueden ustedes ayudarles en este sentido?
Si, en ocasiones detectamos problemas emocionales y psicológicos relacionados con los acontecimientos traumáticos que les empujaron a huir. Esto resultó evidente sobre todo en las primeras semanas después de su llegada aquí. Nos formamos con un especialista en salud mental para saber cómo afrontar estas situaciones y para poder ofrecer apoyo y tratamiento psicológico. Como nosotros también somos desplazados y tenemos una historia similar, los pacientes se sienten seguros hablando con nosotros.
¿Sienten que el compartir una historia común con sus pacientes, como personas desplazadas, les permite realizar mejor su trabajo en general?
¡Sí, sin duda alguna! Es positivo para ambas partes: nosotros tenemos una mayor empatía con los pacientes, entendemos su sufrimiento porque hemos estado en las mismas situaciones; y los pacientes aumentan su confianza al hablar con nosotros, se sienten entendidos.
Con la llegada del invierno, miles de familias desplazadas se enfrentarán al frio, y surgirán nuevos problemas sanitarios. ¿Qué hay que hacer para protegerles contra el frio?
En los meses venideros aumentarán los padecimientos de los desplazados, y se agravarán sus problemas de salud. Las organizaciones pueden ayudar en esta crisis ofreciendo buenos refugios a bajo coste que les protejan, como caravanas, o compartiendo los gastos de alquiler de apartamentos o casas con los desplazados.
¿Qué les da fuerzas para hacer esta labor, y qué esperan para el futuro?
Estos tiempos difíciles nos fortalecen. A pesar de haber perdido nuestros hogares y nuestras posesiones, tenemos la suerte de poder hacernos merecedores con nuestro trabajo. Nuestra labor humanitaria nos permite recobrar la alegría en estos días trágicos. Esperamos que nosotros, nuestras familias y nuestros compañeros desplazados podamos volver en paz a nuestras ciudades y seguir con nuestras vidas, pero probablemente resultará difícil sin una zona de seguridad internacional. En caso contrario, otra opción sería instalarnos en la región del Kurdistán, o emigrar y establecernos en otros países. Esperamos que nuestro país retome el camino de la paz y el progreso, para que pueda convertirse en una sociedad democrática, y su población vivir con dignidad.