Un viaje a Lampedusa que cuenta de cerca el trabajo de los voluntarios del cuerpo italiano de ayuda de la Orden de Malta
Por Marianna Balfour
La desesperación ha quedado marcada sobre los brazos de GIada, joven médica siciliana voluntaria de la Orden de Malta que trabaja en Lampedusa con los inmigrantes. Es una tarde de primavera, cerca del anochecer, y el aire es fresco a bordo del ATR 300 de la Guardia costera, donde todos nos ponemos una chaqueta de manga larga. Estamos reunidos en la lancha que se utiliza para acudir en auxilio de las barcas cargadas de inmigrantes.Venimos a escuchar los testimonios de los voluntarios que cada día se enfrentan a ese instante en que el miedo se convierte en esperanza para aquellos que, al final de un viaje largo y extenuante, encuentra brazos fuertes y expertos. Y a estos brazos se agarran sin medir su fuerza, utilizando sus últimos recursos, sacando fuerzas de la flaqueza. Los hematomas en los antebrazos de Giada Bellanca son muestra evidente de una experiencia humana que la médico de 33 años llevará consigo toda la vida.
A su lado está también Maria Grazia Mazza, otra jóven médico del cuerpo italiano de ayuda de la Orden de Malta, que ha decidido aparcar bisturíes y batas blancas y dedicarse a ayudar a los que huyen “de la desesperación y del miedo”.
“Tus ojos son los primeros que se encuentran, y en tus ojos buscan la salvación” dice la joven médico siciliana. Es ella, junto con los enfermeros, técnicos de logística y socorristas, quien nos muestra el día a día de las operaciones de auxilio en la oscuridad de la noche, juegos improvisados con guantes de goma para distraer a un niño que ha escapado a la muerte, de médicos sirios rescatados que, en cuanto pueden, echan una mano al equipo médico embarcado manejando gasas y torniquetes con pericia.
Aquí, entre olas turquesa y delfines que saltan alrededor, es difícil creer que se esté consumando la tragedia del siglo: veintemil cuerpos yacen en el fondo de este mar maravilloso. El peligro de naufragar no les impide emprender la travesía. De hecho, los últimos datos oficiales son inequívocos: en los primeros meses de 2014 ha habido un aumento de un 800% en las llegadas de inmigrantes, debido a la guerra en Siria y las condiciones de vida en África Subsahariana.
Los últimos rescates del dispositivo Mare Nostrum hacen aumentar las cifras a 17 barcas y 2.500 inmigrantes rescatados.
Frente a esta emergencia prosigue sin descanso el trabajo del cuerpo italiano de ayuda de la Orden de Malta. A bordo de cada lancha de la Guardia costera, de la Guardia de finanzas y de las naves militares de rescate navegan voluntarios con la cruz octogonal: un médico y un enfermero que prestan los primeros auxilios sanitarios a los inmigrantes. La labor de los voluntarios de la Orden ha cambiado con la operación Mare Nostrum: a bordo de las naves militares en alta mar frente a Sicilia se embarcan médicos de la Orden. Es señal de la sinergia existente sobre el terreno entre las instituciones y el cuerpo de socorro de la Orden, que ayuda con sus propios equipos médicos y humanos a la Guardia costera y la Guardia de finanzas.
“Nuestro papel fundamental es ser solidarios: más allá de las intervenciones sanitarias, está también la intervención psicológica”, explica Mauro Casinghini, director nacional del cuerpo de socorro, que se siente ya en casa en Lampedusa.
“Socorrer a los inmigrantes significa dar un sentido a la vida. Significa sentir sus esperanzas, su angustia, y también ver en sus caras por lo que han pasado, lo que les queda aún por pasar. Es algo particular, sobre todo cuando se piensa en lo que han vivido en sus países de origen y en sus viajes, que empiezan cientos y cientos de kilómetros al sur de Libia y que se transforman en dramas de todo tipo, incluidos algunos muy violentos”, prosigue Casinghini.
Los voluntarios de la Orden de Malta están presentes en la isla siciliana desde 2008, y desde entonces han asistido a cerca de 5.000 personas, entre ellas niños y mujeres embarazadas. Es de reseñar la actividad de ayuda y asistencia que se desarrolló durante el naufragio del 3 de octubre de 2013, a pocas millas de las costas de Lampedusa, cuando el equipo médico trabajó con psicólogos, encargados de dar apoyo a los supervivientes rescatados, cuya memoria guardará siempre ese recuerdo indeleble.