Señor Decano, Excelencias, Damas y Caballeros,
Por causa de la pandemia que se ha extendido por todo el planeta, la tradicional audiencia con el cuerpo diplomático no puede celebrarse este año. Créanme que lo lamento mucho: hubiera sido la primera ocasión de conocernos personalmente. Confío en que este encuentro pueda producirse en un futuro próximo.
Quisiera agradecer la presencia del embajador de Camerún, Su Excelencia Antoine Zanga, decano del cuerpo diplomático, que ha acudido en representación de todo el cuerpo diplomático acreditado ante la Soberana Orden de Malta. Sus palabras, embajador, son una invitación a afrontar con confianza los desafíos que nos deparará este nuevo año. Quisiera dirigir también un cálido saludo a los nuevos embajadores de Armenia, Georgia, Letonia, Tailandia, Bosnia y Herzegovina, Líbano, Ecuador y Kazajistán, que han presentado sus cartas credenciales en 2020 y a los de Colombia, Nicaragua, Estonia y la Unión Europea que presentaron sus credenciales esta semana.
Aprovecho la ocasión para dedicar un pensamiento emocionado al Príncipe y Gran Maestre Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto, fallecido el pasado 29 de abril. En sus dos años como Gran Maestre, ha sabido guiar a la Orden con encomiable devoción, visión de futuro, espíritu de servicio y humildad. No solo hemos perdido a un hombre de Dios, hemos perdido a un Gran Maestre que, con su simplicidad, y sobre todo con su ejemplo, sus palabras y sus gestos, ha sabido transmitir armonía y serenidad. En los días anteriores a su fallecimiento lamentó profundamente no haber podido llevar a término la reforma de la Constitución y del Código, esfuerzo este que definitivamente caracterizó su mandato. Su legado iluminará la vía que recorreremos juntos, desde la fe y la esperanza. Deseo agradecer su labor a Frey Ruy Gonçalo do Valle Peixoto de Villas-Boas, que asumió la dirección de la Orden a la muerte de Frey Giacomo como Lugarteniente ad interim, en un periodo muy intenso y complejo.
Dejamos atrás un año extremadamente difícil y nos enfrentamos a uno aún lleno de incertidumbre. A las tensiones y conflictos en todo el mundo, a los problemas crecientes de hambrunas, a la degradación del medioambiente, a los problemas de los refugiados y de los desplazados por las guerras, el terrorismo y el hambre, a las diversas formas de violencia que humillan y ofenden a la dignidad humana, se ha añadido la pandemia de covid-19 con sus terribles efectos para la salud y la economía de tantos países. Efectos que han golpeado fuertemente al mundo occidental industrializado, pero aún más a los países pobres y a las personas más frágiles: los desfavorecidos, los discapacitados y los ancianos, sobre todo los ancianos que viven solos. Las cifras de contagiados y fallecidos, en constante e inexorable aumento, son devastadoras.
La pandemia actual es un desafío histórico para todos nosotros. El Santo Padre lo ha dicho claramente: navegamos todos en la misma barca y nadie se salva solo. La pandemia ha acentuado aún más las graves desigualdades sociales, ahondando la brecha entre ricos y pobres en términos de acceso a cuidados médicos y de recursos económicos para hacer frente a la crisis. Es el momento de entender que, frente a una emergencia que no conoce fronteras y no hace distinciones, estas desigualdades son intolerables y se impone por tanto un nuevo modelo social basado en la solidaridad y el respeto de la dignidad humana, como imperativo ético.
Debemos trabajar por reforzar la colaboración internacional, que debe asentarse sobre una confianza renovada los unos en los otros, recuperando un sistema multilateral eficiente y compartido. El multilateralismo es la mejor garantía para asegurar la paz, un desarrollo económico y social armónico, y para proteger a los Estados más pequeños, habida cuenta de la necesidad de adaptarlo a los tiempos cambiantes de la actualidad.
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La pandemia no ha frenado la actividad caritativa de la Orden de Malta, que es la base de nuestra acción. Nuestra primera preocupación ha sido la de garantizar la seguridad de nuestros proyectos en todo el mundo, protegiendo en primer lugar a nuestros trabajadores y a nuestros beneficiarios. De esta manera hemos conseguido no interrumpir nuestras actividades humanitarias. Muchos de los proyectos socio-sanitarios en los 120 países en los que opera la Orden de Malta se han visto ampliados y/o transformados en programas de prevención y tratamiento para enfermos de covid-19. Desde el inicio de la pandemia el año pasado, los Grandes Prioratos, las Asociaciones y nuestros cuerpos de voluntarios y de ayuda en Italia, Alemania, Francia, Austria, Hungría, Irlanda y muchos países más han trabajado sin descanso para apoyar a los sistemas de salud nacionales. Se han abierto numerosos hospitales y servicios covid, y muchos de los hospitales ya existentes gestionados por la Orden de Malta han aplicado estrictas medidas de seguridad; en algunos de ellos se han abierto alas específicas para enfermos de covid. Se han activado programas de asistencia y de entrega de productos de primera necesidad para las personas en cuarentena, así como servicios de transporte de pacientes y programas de ayuda psicológica para enfermos y familiares de personas enfermas. Muchas asociaciones han conseguido continuar las visitas domiciliarias de rutina, garantizando la asistencia médica a ancianos a menudo aislados y obligados a vivir en soledad esta etapa tan compleja. Para nuestros centros que acogen a personas mayores, por ejemplo las más de 70 residencias en Inglaterra y los centros en Alemania, ha sido una labor especialmente delicada, debiendo interrumpir las visitas de familiares y amigos, aplicar estrictas medidas de seguridad para proteger la salud de los residentes, garantizando al mismo tiempo el contacto humano por medios tecnológicos. Todo ello ha implicado un replanteamiento de las actividades cotidianas, una inversión en formación del personal y la introducción de nuevos instrumentos.
En muchos países de Asia y África se han lanzado campañas de sensibilización y se han mejorado los servicios de higiene y las infraestructuras de agua corriente. Es el caso de muchos de nuestros proyectos en Myanmar, Tailandia y Camboya, donde las actividades de prevención del covid-19 (campañas de información, distribución de artículos de higiene, puntos de lavado de manos y de realización de pruebas) se han sumado a los programas desarrollados por la Orden desde hace años, como por ejemplo la lucha contra la lepra y otras enfermedades olvidadas. En África, en la República Democrática del Congo, el material sanitario adquirido para la respuesta al virus Ébola se ha reasignado a los pacientes de covid-19. En Sudán del Sur se han propiciado proyectos para fomentar la prevención.
Muchos de estos programas han sido posibles gracias al trabajo de nuestras misiones diplomáticas en los distintos países.
Las vacunas contra la covid-19 representan la esperanza de poder retomar una vida normal. Sin embargo, es necesario que estas vacunas puedan distribuirse en todo el mundo rápidamente y sin competencia comercial, en el espíritu del firme llamamiento del Papa Francisco en su última carta encíclica Fratelli Tutti: «nadie puede quedar excluido». Como ha repetido el Gran Canciller Albrecht Boeselager en su intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre, «La Orden de Malta comparte y apoya firmemente las palabras del Papa Francisco y el llamamiento lanzado el pasado marzo por el presidente alemán Steinmeier y otros cuatro jefes de Estado. Pensamos que una distribución equitativa, amplia y veloz de la vacuna en el mundo es no solo una cuestión ética, sino esencial desde el punto de vista científico, para contener las posibles nuevas olas de la pandemia».
En el plano diplomático y científico, la Orden de Malta ha contribuido a promover un mejor conocimiento del virus, de las medidas de contención y de los tratamientos, con el proyecto Doctor to Doctor, una plataforma virtual lanzada en marzo consistente en una red de expertos epidemiólogos y virólogos vinculados con la Orden. Se organizan periódicamente reuniones online entre médicos y autoridades políticas y sanitarias de los países de Oriente Medio, África, Centroamérica y Sudamérica, para debatir sobre las mejores prácticas y los últimos avances de la investigación médica. Hasta ahora se han celebrado más de una docena de encuentros, el último de los cuales ha sido con Gaza, donde la situación es dramática: un tercio de la población ha resultado positiva al covid-19 y las infraestructuras sanitarias son insuficientes. En estos encuentros participan regularmente algunos de nuestros embajadores de los países en donde estamos presentes, como Palestina, Jordania o Líbano. A ellos, y a todos los médicos y científicos que dedican su tiempo y sus recursos a esta iniciativa, envío mi más sentido agradecimiento. Como ha recordado recientemente nuestro Gran Hospitalario Dominique de La Rochefoucauld-Montbel en su intervención ante la sesión especial de la Asamblea General de Naciones Unidas, frente a esta amenaza sanitaria global: «Las organizaciones internacionales e intergubernamentales, acompañando a la sociedad civil, tienen la obligación de favorecer el diálogo y promover el intercambio de información sobre los resultados conseguidos».
El número de personas que sufren por hambre en el mundo ha aumentado a causa de la pandemia, que ha golpeado fuertemente la economía informal de muchos países emergentes y ha puesto de rodillas a los países que viven del turismo. La pandemia ha penalizado a todos los países, pero en particular a aquellos que no pueden recurrir a la deuda para sostener el empleo y la economía. Es evidente que nuestra acción humanitaria es más necesaria que nunca. Para contener este fenómeno, la Orden de Malta ha nombrado un enviado especial para las nuevas formas de exclusión, con el mandato de analizar los nuevos elementos que son el origen de la discapacidad, la marginación, la soledad y las enfermedades raras.
A pesar de las grandes limitaciones derivadas de la pandemia, nuestras organizaciones nacionales han conseguido seguir adelante con sus actividades de distribución de comidas calientes para personas necesitadas, llevando a domicilio productos alimentarios y de primera necesidad: por ejemplo, los proyectos de comidas a domicilio en Lituania y Hungría. Del otro lado del océano se han activado programas para la distribución de productos alimentarios no perecederos a los habitantes de barrios marginados de ciudades en República Dominicana y en los barrios marginales de ciudades en Perú, Uruguay y Puerto Rico. En Australia y Estados Unidos se han reforzado todas las actividades de apoyo a las personas más desfavorecidas y se ha incrementado la distribución de productos de primera necesidad y productos higiénicos.
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A este cuadro complejo y delicado se añaden los conflictos que no cesan en muchos lugares del mundo. De la problemática región del cuerno de África y el centro de África, con el conflicto del Tigré en Etiopía, a los conflictos en la República Democrática del Congo, y también en Oriente Medio, a partir de Yemen, donde no afloja la terrible crisis humanitaria que se extiende desde hace años, y en Siria, donde diez años de guerra han destruido una tierra rica de historia y cultura, desgarrando un tejido milenario de convivencia pacífica y diálogo entre las distintas religiones. No podemos olvidar el conflicto irresoluto y las tensiones en curso en la región del Cáucaso, en particular en Nagorno Karabaj, que recientemente ha sido el escenario de acciones militares que han ocasionado muerte y destrucción, y en Georgia. No puedo evitar, también en este caso, lanzar un llamamiento urgente al pleno respeto de los derechos humanos.
A Oriente Medio y Tierra Santa hemos dedicado este año una conferencia en la que han participado nuestros representantes diplomáticos y muchos de nuestros jefes de proyecto en la región. Nos inquieta el éxodo de los cristianos, no solo porque se trata de la cuna del cristianismo, sino sobre todo porque los cristianos han demostrado ser un importante factor de diálogo entre las distintas confesiones religiosas de esta zona. El Santo Padre viajará a Irak en marzo, donde la hemorragia cristiana ha aumentado aún más debido a las violencias registradas en los últimos años.
También en Irak, desde 2014, en las regiones del Kurdistán y de Irak central, nuestra organización de ayuda internacional, Malteser International, trabaja para llevar la asistencia médica a la población local y a los desplazados. Se dedica una atención especial a la asistencia médica y psico-social de las personas traumatizadas por años de violencia y persecución. Apoyamos también programas de seguridad alimentaria y acciones formativas sobre agricultura, y estamos cada vez más comprometidos con la reconstrucción de las viviendas y las infraestructuras de la región.
En Líbano, nuestra acción prosigue igualmente, con una presencia cada vez más incisiva. Nuestra asociación, con su red de centros de asistencia y clínicas móviles, atiende a los más necesitados, independientemente de la confesión religiosa a la que pertenezcan, cortando así de raíz cualquier tensión interétnica. Sabemos que Líbano afronta uno de los periodos más trágicos de su historia reciente, con una gravísima crisis económica y social, agravada por la pandemia y que culminó el pasado mes de agosto con la devastadora explosión que golpeó Beirut. Quiero recordar con profundo agradecimiento la valiosa contribución de nuestra asociación y sus miembros y voluntarios, que trabajan día tras día en todos los lugares del país. Recientemente, la Orden de Malta ha lanzado programas de apoyo en el sector agrícola, para ayudar a las pequeñas empresas locales.
Quisiera también subrayar la encomiable labor de nuestros médicos del Hospital de la Sagrada Familia en Belén. Desde 1990 hasta hoy son casi 90.000 los bebés que han venido al mundo en sus instalaciones; durante el confinamiento impuesto en la región, el hospital ha seguido ofreciendo atención médica a las mujeres embarazadas y a los recién nacidos que deben pasar por cuidados intensivos. El Hospital de la Sagrada Familia es el único hospital de la región que puede atender a bebés prematuros o con graves enfermedades congénitas, gracias a una moderna unidad de cuidados intensivos neonatales. Las clínicas móviles del hospital desempeñan una función esencial, visitando regularmente las zonas desérticas próximas a Belén. En los últimos meses, la zona de cobertura se ha visto ampliada a solicitud del Ministerio de Sanidad palestino.
La protección de los derechos de las minorías sigue siendo un imperativo, en una época en que aumenta el riesgo de volver a la lógica del poder, de los nacionalismos y de los populismos en detrimento de la lógica del diálogo. Somos hombres de paz, y como tal debemos hacer oír nuestra voz para garantizar los derechos de todos y de todas las minorías, el respeto de la dignidad humana, la cooperación internacional y la solidaridad. Este espíritu guía a Malteser International en sus proyectos en Bangladesh para proteger a la minoría rohinyá, desde hace años víctima de discriminaciones y persecuciones. Sus actividades se concentran en los ámbitos de la salud materno-infantil, de la higiene, de la nutrición y del apoyo psico-social.
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Como saben, la Orden de Malta está muy atenta a la emergencia del cambio climático. Los acontecimientos de los últimos meses, con incendios permanentes en Australia, los huracanes Eta e Iota que, a finales de este año, han devastado Centroamérica, en particular Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, son de sobra conocidos. El aumento del nivel de las aguas marinas amenaza con hacer desaparecer islas y Estados enteros. El cambio climático es un peligro para la salud y para los medios de subsistencia de las personas, y empeora la calidad de vida. Poblaciones enteras se ven forzadas a abandonar sus tierras, no a causa de conflictos, sino porque las condiciones meteorológicas hacen que su vida allí sea extremadamente dura, cuando no imposible. Conscientes de que, como lo anunció el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, el cambio climático es un problema global con graves implicaciones medioambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, son muchos los proyectos que la Orden de Malta ha promovido en esta materia. En Uganda, por ejemplo, donde en el norte del país la organización de ayuda internacional de la Orden de Malta ha apoyado la construcción de edificios con cero emisiones, mediante la utilización de paneles de alta calidad a base de paja de arroz, ejemplo de reutilización de residuos. De esta manera, además de aplicar medidas de protección medioambiental, se han creado nuevos puestos de trabajo para refugiados sur sudaneses y la comunidad local. O en India, donde Malteser International ha lanzado un proyecto dirigido a mejorar la seguridad alimentaria y a reforzar la resiliencia de las comunidades desfavorecidas contra la sequía del desierto del Thar, en Rajastán, proyecto que ha conseguido reducir significativamente los números de aquellos que se ven forzados a emigrar.
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En estos días, tan profundamente marcados por la crisis causada por la pandemia, mis pensamientos se dirigen a la emergencia de los migrantes en los Balcanes. Después del enorme incendio que asoló el campo de refugiados temporales de Lipa, en el noroeste de Bosnia, en los últimos días, se está registrando una tragedia en la ruta de los Balcanes. Miles de personas están hacinadas en improvisados, superpoblados e inadecuados campos de refugiados. Hay una falta de servicios esenciales y las condiciones higiénicas son muy pobres. Muchos migrantes se ven obligados a vivir en el frío con temperaturas que ahora están por debajo de cero. Huyendo de la guerra y la pobreza, estas personas procedentes de Afganistán, Pakistán, Iraq y Siria -en dirección a Europa septentrional- se encuentran ahora en una especie de «limbo», sin asistencia humanitaria, víctimas de esas políticas de rechazo que en los últimos años sólo han creado desastres.
No es aceptable que estas pobres personas sean explotadas y maltratadas para desalentar a otras personas a emigrar.
La Orden de Malta reitera enérgicamente la necesidad de elaborar una estrategia de admisión y asilo que se centre en el respeto de la dignidad humana y los derechos humanos. Creemos que se necesita una postura colectiva y una iniciativa institucional inmediata para salvar a estas personas y definir normas comunes para los países europeos que deben gestionar las corrientes migratorias. Lo venimos diciendo desde hace años: la migración es un fenómeno mundial que requiere un enfoque coordinado y transnacional.
En los últimos años, las actividades de la Soberana Orden de Malta se han concentrado en la asistencia a los migrantes en los países de origen, de tránsito y de destino, así como en la lucha contra la trata de seres humanos. Un fenómeno abominable en el que está implicada la delincuencia internacional. Las migraciones están fuertemente ligadas al delito de la esclavitud moderna, y las regiones más golpeadas son las más pobres del continente africano, de Europa oriental, de Latinoamérica y del Sureste asiático. La crisis derivada de la pandemia ha venido a agravar aún más la situación: las limitaciones a los desplazamientos, el cierre de fronteras y la reducción de los servicios públicos y sociales son factores que aumentan la vulnerabilidad de las víctimas de la trata, exponiéndolas a todo tipo de abusos como trabajo forzado, matrimonios forzados, maternidad forzada, venta de niños, prostitución, delincuencia forzada o extracción forzada de órganos. Desde hace años, la Orden de Malta trabaja en este frente con dos embajadores especiales, en Ginebra y en Lagos, que se esfuerzan en sensibilizar a la opinión pública sobre la trata de personas y la importancia de luchar contra esta lacra inhumana.
Las migraciones siguen siendo uno de los centros de interés de la Orden de Malta en el plano diplomático y en las operaciones de salvamento marítimo, en la asistencia e integración de los migrantes y refugiados. Miles de migrantes mueren cada año en el mundo durante su viaje, muchos de ellos ahogados en el Mediterráneo. La gestión y la coordinación de los grandes flujos migratorios son, por tanto, temas urgentes. En este sentido, el Gran Canciller ha firmado recientemente con el ministro de Transporte italiano un acuerdo que renueva la presencia de los equipos de médicos del cuerpo italiano de socorro de la Orden en las embarcaciones de la Guardia Costera italiana para actividades de primeros auxilios a los migrantes rescatados en alta mar. Es un acuerdo que amplía la cooperación bilateral para proteger la vida humana en alta mar, y viene a reforzar el acuerdo internacional de 1991 entre la República de Italia y la Soberana Orden de Malta en materia de asistencia en casos graves de emergencias provocadas por desastres naturales o por el hombre.
2020 ha sido un año importante para nuestro cuerpo italiano de socorro (CISOM), que ha cumplido 50 años de existencia.
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Como es natural, la actividad diplomática bilateral en el año transcurrido ha padecido los efectos de la pandemia, pero muchos momentos significativos merecen ser recordados: la visita oficial a Benín, realizada en enero por el Gran Maestre Frey Giacomo Dalla Torre, donde Ordre de Malte France gestiona el hospital regional de Djougou; la visita de los presidentes de la República de Malta y de Hungría en febrero; el establecimiento de relaciones diplomáticas con Estonia en marzo; la ratificación de los acuerdos de cooperación con Armenia, Panamá y Ucrania; el nombramiento en diciembre del observador permanente de la Orden ante el Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM), con sede en Roma.
Un ejemplo significativo de actividad diplomática multilateral de la Orden de Malta está relacionado con la libertad de culto. La Orden ha sido invitada a participar como observador en la Alianza Internacional por la Libertad Religiosa (IRFBA): un grupo de más de 30 países constituido en febrero pasado por el Departamento del Estado de los Estados Unidos, que estudia la libertad de culto en el mundo. El 17 de noviembre el Gran Canciller participó en su foro ministerial virtual, y ha reafirmado el compromiso de la Orden de promover la libertad de culto y facilitar el diálogo y la comprensión entre religiones.
La presentación del documento Religions in action, sobre el cual hemos trabajado junto a un grupo seleccionado de expertos religiosos, cristianos y musulmanes, ha sido aplazada a 2021 a causa de la pandemia. Este documento contiene principios y directrices sobre el papel que las comunidades e instituciones religiosas pueden desarrollar para ayudar a resolver las situaciones de crisis, mitigar sus efectos sobre las poblaciones afectadas y mejorar la prestación y la distribución de la ayuda humanitaria.
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Excelencias, estimados embajadores, mi elección como Lugarteniente del Gran Maestre fue para mí totalmente inesperada. He aceptado el nombramiento del pasado 8 de noviembre con espíritu de servicio, prometiendo dedicarme por entero a esta labor, consciente de la responsabilidad que este cargo comporta, aunque la duración del mandato se limite a un año. Como pude explicar en mi discurso tras la elección, mis mejores esfuerzos estarán concentrados en la reforma de la Carta Constitucional y del Código.
Mi objetivo es convocar un Capítulo General extraordinario que tendrá la función de aprobar la reforma antes del final de mi mandato. En el corazón de las modificaciones se encuentra la Primera Clase de los miembros de la Orden y la necesidad de actualizar las normas que rigen la vida de los religiosos de la Orden conforme a la última revisión del Código de derecho canónico, que se remonta a 1983.
Otros elementos importantes que se pondrán al día con la reforma son la revisión de los requisitos para la elección del Gran Maestre y la mejora de las estructuras de gobierno y regionales de la Orden.
Para concluir, deseo recordar la figura del fundador de nuestra Orden, el Beato Frey Gerardo, que en el siglo XI fundó en Jerusalén el primer hospital para los peregrinos que llegaban a Tierra Santa, pero que también ofrecía asistencia a los habitantes de cualquier religión, fenómeno extraordinario para aquella época. En 2020, la Orden de Malta en todo el mundo ha conmemorado los nueve siglos transcurridos desde su desaparición. Les aseguro que sus enseñanzas y su ejemplo están más vivos que nunca entre los miembros de la Orden de Malta.
Agradezco a los embajadores acreditados ante la Soberana Orden de Malta la valiosa contribución que cada día aportan a la promoción de los valores compartidos de la paz, la humanidad y la ayuda a los necesitados. Deseo de todo corazón que 2021 nos traiga a todos nosotros y al mundo entero nuevas esperanzas de paz y un futuro más luminoso.