Con el gorro puesto hasta las orejas para protegerse del frio, pero con una sonrisa imperturbable en el rostro, uno de los numerosos voluntarios del Gruppo Abc de la delegación de Roma de la Orden de Malta da la bienvenida en la puerta de la Basílica de San Bonifacio y San Alessio en Roma a los invitados que participarán en un almuerzo de Navidad. «Empiezas casi como un juego, y luego no puedes parar», explica Giulio, que desde hace 11 años trabaja como voluntario en los comedores sociales, mientras saluda por su nombre a una de las primeras invitadas: «La conozco, viene mucho también por la tarde cuando repartimos comida en la estación Termini e Tiburtina».
Una vez pasado el atrio, en el interior de la iglesia, hay una gran agitación: unos ochenta voluntarios jóvenes y no tan jóvenes, después de haber participado en la misa, comienzan a preparar unas veinte mesas, cada una con un espléndido centro de fruta. Otros preparan las sillas, nueve por mesa, y otros terminan de colocar las cubiertas plásticas que protegerán los magníficos mosaicos de la Basílica.
El almuerzo de Navidad se servirá a casi cuatrocientas personas en dos turnos, a las 12 y a la 1. Pero ya desde las 10 de la mañana empiezan a llegar los primeros en pequeños grupos, muchos con carritos, porque saben que al final del almuerzo recibirán paquetes de productos donados, con alimentos, ropa y productos de higiene. Otros necesitados serán recogidos por un minibús que hará viajes de ida y vuelta entre el Aventino y las estaciones de metro de Caracalla, Piramide y Ostiense. Suben a bordo, se saludan y se aprietan para dejar sitio a los últimos. Son hombres y mujeres, sobre todo ancianos, algunas familias, algunos jóvenes, pocas parejas. Aumenta el número de mujeres solas y de extranjeros, sobre todo procedentes de Europa del Este. Esperan pacientemente que llegue el mediodía.
Mientras tanto, en el interior, llega una espectacular tarta de Navidad, decorada con arte con un belén de chocolate por una pastelería romana, y se disponen sobre las mesas el pan y los aperitivos, listos para la llegada de los invitados. Llega también el procurador del Gran Priorato de Roma, Amedeo De Franchis, mientras desde el púlpito Renato De Andreis sigue incansable coordinando las operaciones. Al fin, Luis Manuel Cuna Ramos toma la palabra para una última oración y recuerda que «lo importante no es tanto hacer grandes cosas, sino hacer pequeñas cosas con gran amor: ahí está la diferencia». La primera en entrar es Francesca, que ha llegado sola, con un carrito de la compra, en autobús desde la periferia sur de Roma: «Era portera y me quedé viuda», y añade «tengo noventa años». Una voluntaria la acoge, la ayuda a quitarse el abrigo y a sentarse. Le sonríe.
La delegación de Roma de la Orden de Malta organiza almuerzos de Navidad y de Pascua desde hace más de 15 años, gracias a la colaboración de los benefactores, panaderías y pastelerías que ofrecen la materia prima gratuitamente, y gracias también a la hospitalidad de los padres somascos y el buen hacer de las congregaciones de monjas que preparan los almuerzos calientes. El de Roma es solo uno de los cientos de encuentros organizados por los voluntarios de la Orden de Malta con motivo de la Navidad, para ofrecer ayuda y solidaridad a los necesitados en todo el mundo.